…llegar a casa de tu madre antes de lo previsto y ver que no hay nadie todavía. aprovechar para encender el ordenador y contestar un par de mails cuando de repente, al levantar la vista, lo ves ahí, en una esquina del salón. sentir el impulso de acercarte a él. acariciarlo suavemente. sentarte en el banquillo y notar cómo la madera cruje bajo tu peso por el paso de los años. levantar la tapa con cuidado y ver las teclas delante de ti, algo polvorientas, pues hace 10 años que nadie las toca. rebuscar entre partituras desgastadas por el uso que aún conservan tus anotaciones con letra de niña en los márgenes. escoger aquella, la última que aprendiste. empezar a tocar con los dedos dudosos y un poco temblorosos. oír las primeras notas un tanto desafinadas pues ha sobrevivido a 3 obras y traslados sin que nadie lo volviera a poner a tono.
darte cuenta de que, a pesar de que tu cabeza no es tan ágil como antes para leer las notas del pentagrama, tus dedos tienen memoria y, de forma inconsciente, van a buscar la siguiente posición de manos. maravillarte de cómo puede ser eso.
tras unos cuantos intentos, percibir cómo la melodía empieza a cobrar sentido y a sonar armoniosa, y cómo tus manos van ganando soltura: los dedos deslizándose por entre las teclas, con cierta torpeza todavía, sí, pero cada vez más firmes. balancearte suavemente hacia delante y detrás como solías hacer siempre que tocabas.
rememorar las horas de ensayo en casa, repitiendo la misma canción una y otra vez hasta que salía a la perfección; acordarte de la frustración al encallarte y de la gran satisfacción que te producía ver la cara de tus padres cuando te escuchaban tocar. sonreír al recordar la insistencia de tu padre para que tocaras cada vez que venía alguien de visita a pesar de tu vergüenza, y la certeza de tu abuelo de que no había nadie en el mundo que tocara el piano mejor que tú. reír al acordarte de cómo el retaco de tu hermano se sentaba a tu lado en el banquillo y te miraba sonriendo mientras sus manos daban golpes al piano en un intento fallido de hacer lo mismo que tú.
darte cuenta de que la música es parte de ti; de que echabas de menos esa sensación de fluidez y armonía, de evadirte por completo de lo que te rodea para entrar en tu mundo. mirar el reloj de repente para ver que han pasado 50minutos sin que te hayas enterado. decidir que el piano se viene contigo a la próxima casa y que no vas a dejar que vuelvan a pasar 10 años sin tocarlo nuevamente.
feliz viernes y que tengas un genial fin de semana! ***
pd. este post pertenece a la serie la felicidad es… que publico de forma mensual. si te apetece, puedes ver los posts anteriores aquí y aquí, y ya sabes que estoy más que encantada de que te unas a la serie y digas qué es la felicidad para ti en los comentarios!! 🙂
Qué post más lindo.
Preciosa tu sección:)
Un fuerte besote guapa!!
Un besote Anna